Los autómatas de la ciudad industrial - parte 3
« He estado en mi teléfono más de lo que he estado con la gente real. Cuando paso tiempo con mis amigos, estoy tratando de hablarles sobre algo, y en realidad no me miran la cara, están mirando su teléfono, o están mirando su reloj inteligente. »—Athena, 13 años de edad.
Durante este viaje de conceptos y hechos, hemos descubierto algo preocupante para cualquier individuo, sea cual sea su papel en sociedad, está a merced de la enajenación. En el primer tema vimos un poco la naturaleza de ese lugar llamado ciudad, en el segundo tema vimos la naturaleza de esos habitantes de ese lugar, y ahora vamos a terminar haciendo esa conección entre lo que le hace ese lugar al individuo y en que lo convierte, es decir, como esa ciudad industrial produce una nueva generación de seres deshumanizados llamados autómatas.
El hombre secularizado —animal instrumentificum— lanza finalmente la máquina contra la naturaleza, para conquistarla. Pero dialécticamente ella terminará dominando a su creador.[1]
En esta serie de publicaciones he pretendido demostrar que efectivamente en el hábitat común del hombre industrial, hombre económico, hombre masa contemporáneo existen elementos que no se ven a simple vista, pero enajenan al hombre, lo someten, vive en total servidumbre ante aquellos aspectos y cosas que él mismo ha creado. El comentario que encabeza esta tercera parte de temas, demuestra sin duda alguna el nivel deshumanización que estamos asistiendo. Para descubrirse uno primero debe reconocer lo que es propio y lo que es ajeno, osea identificarse con esos pensamientos e ideas que nacen de uno o son colocados en uno a través de los diferentes mecanismo de enajenación existentes.
El individuo deja de ser el mismo; adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, y por tanto se convierte en un ser exactamente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan que él sea. [2]
En el mundo moderno es necesario —para el sistema— estandarizar al hombre, crear un pensamiento colectivo, un sentimiento colectivo, hacer del hombre un ser masa moldeable a los caprichos del mercantilismo.
A lo largo de estas tres publicaciones se ha constatado en primera parte que existe un lugar con fines económicos, una maquinaria industrial que produce riqueza, y es la ciudad industrial, y esa ciudad al servicio de la economía, los productos y las mercancías no tiene moral, produce malestar, enfermedad y muerte, pero es irrelevante, toda vez sea productivo y genere riqueza, es decir, alcance su finalidad. En una segunda parte vimos cómo el hombre es degradado, enajenado, y alejado de sí mismo para convertirse en un objeto manipulable por esta maquina industrial. Ahora toca individualizar a este nuevo ser y habitante de este lugar tan hostil, pues hay algo claro, el hombre como tal ha desaparecido, en su lugar ahora tenemos los autómatas.
A lo largo de estas tres publicaciones se ha constatado en primera parte que existe un lugar con fines económicos, una maquinaria industrial que produce riqueza, y es la ciudad industrial, y esa ciudad al servicio de la economía, los productos y las mercancías no tiene moral, produce malestar, enfermedad y muerte, pero es irrelevante, toda vez sea productivo y genere riqueza, es decir, alcance su finalidad. En una segunda parte vimos cómo el hombre es degradado, enajenado, y alejado de sí mismo para convertirse en un objeto manipulable por esta maquina industrial. Ahora toca individualizar a este nuevo ser y habitante de este lugar tan hostil, pues hay algo claro, el hombre como tal ha desaparecido, en su lugar ahora tenemos los autómatas.
La automatización del hombre:
El autómata es un ser ajeno a sí mismo, es el producto terminado y predilecto de los poderes económicos. Es un ser apático, narcisista, en algunas ocasiones desarrolla psicopatía, es educado pero nada empático, es altamente competitivo, no desarrolla ideas propias, sino que practica los pseudo pensamientos, es decir se ha vuelto un recipiente que contiene todo lo que las diferentes industrias le proveen, y su comportamiento se asemeja cada vez más al de un robot, porque en el fondo a eso aspira, a ser un objeto capaz de realizar tareas que le den sentido existencial.
Es autómata, el hombre enajenado. Enajenado en el sentido que sus acciones y sus propias fuerzas se han convertido en algo ajeno, que ya no le pertenecen; se levantan por encima de él y en su contra, lo dominan en vez de ser dominadas por él. Sus fuerzas vitales se han transformado en cosa e instituciones; y estas cosas e instituciones han llegado a ser ídolos.(...)El hombre se vive a sí mismo no como el portador activo de sus propias fuerzas y riqueza sino como una 'cosa' empobrecida, dependiente de otras cosas que están fuera de él, en las que ha proyectado sus substancia viviente.[3]
LA CIUDAD DE LOS AUTOS
En la experiencia que se vive en las calles es habitual y bastante frustrante encontrarse con esta situación, por ejemplo y el más común, el de los conductores, en muchas oportunidades lo he mencionado, los conductores de vehículos deben ser autómatas, y deben comportarse como máquinas, porque en el momento que abordan y manipulan los vehículos, que sí son máquinas, deben sentirse estás como una extensión de sí mismos, como ejemplo cuando estacionan, el volumen del vehiculo debe estar medido en su mente, sabe como se mueve el vehiculo y que maniobras hacer. Lo preocupante de lo que sucede en la mente, es que se va asociando el ser con el objeto, por eso cuando se asocia con los otros, lo asocia como que si fueran otros objetos más, como lo vimos en la publicación anterior, sucede la cosificación del hombre, el ser pasa a formar parte de las cosas, un objeto. Cuando un conductor se queda atascado en el tráfico, sufre estrés, tiene esta máquina que puede correr a velocidades superiores a la de su cuerpo y se encuentra atascado, que le da la sensación de inmovilidad, se frustra, se enoja, se ve en la calle caminando, pero está atado a este objeto, porque es una extensión de sí, cuando alguien le golpea o le obstruye el paso no duda en ser hostil, en dañar. El caso común es cuando atropella peatones, ciclistas, ya no ve a su congener como se ve a sí mismo, se siente este nuevo objeto mecánico, se comporta como este y no duda en dañar a cualquier persona o objeto que se le cruce en el camino.
El peligro del futuro es que los hombre lleguen a convertirse en robots. Es verdad que los robots no se rebelan. Pero dada la naturaleza del hombre, los robots no pueden vivir y mantenerse cuerdos: se convierten en golems; entonces buscarán destruir el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar el tedio de una vida falta de sentido y carente por completo de objetivos.(...)el hombre debe superar la enajenación, que lo convierte en un impotente e irracional adorador de ídolos. [4]
El mundo virtual es quizá hoy el ejemplo más enfático de lo que la alienación hace del hombre, en el internet las personas pueden vivir literalmente en este, se puede trabajar, se puede comprar comida, ropa, cosas, se puede entablar relaciones amorosas, amistades, estudiar, crear; es la globalización en sí misma. Pero realmente qué está pasando, el hombre se pasa horas al día frente a pantallas haciendo todo esto y en su mayoría pasa procrastinando, pero este alejamiento del mundo real, es propiciado porque el mundo real es cada vez más sombrío y destructivo, entonces vemos que el mundo virtual en realidad se ha vuelto un refugio que aparentemente nos aleja de todo ese contexto negativo en el que discurre la vida. Hoy es común ver todos estos jóvenes inmersos en plataformas de videojuegos en líneas pasando horas, días, viendo como su juventud se va desgastando frente a la pantalla, muchos de ellos encuentran alivio allí, están rodeados de familias disfuncionales, con problemas conyugales, los gritos, los malos tratos son el pan de cada día, y recurren a estos lugares virtuales para alejarse de la realidad. La alienación es un placebo, no resuelve nada, pero da la sensación que si lo hace.
EN LA CIUDAD DE LOS AUTOS Y LAS MOTOS, NO CABE EL SER HUMANO |
Los males de este mundo moderno, más que con la pobreza económica, tienen que ver con la pobreza moral.[5]
Conclusión:
El hombre ha logrado tantas cosas, se ha colocado en un pedestal de creador: creó un mundo artificial tangible y uno intangible, creo cosas, creo vestimenta, creo aparatos para extender las precariedades físicas, ver lo que su cuerpo no le permitía, moverse a velocidades inimaginables, escuchar, tocar, olfatear, y pensar analogicamente. Esa grandeza solo es material, es un ser ensimismado, que ha dejado corromperse por la lujuria de toda esa creación, que le da placeres y sensaciones que alimentan sus vicios más mezquinos. El lugar hecho a su imagen y semejanza es un lugar idóneo para las máquinas: los autos, las motos, los trenes, los aviones, los barcos, las computadoras, el internet, y todo ese inventario de cosas que hoy tienen absorto al hombre en un pensamiento diminuto. No veo al hombre grande como se lo pinta, lo veo pequeño, lo veo destruido, y su ruina ha sido interna, se dejó deshumanizar, perdió su esencia, hoy no es más que un instrumento más de todo ese conjunto de cosas que ha creado. Toda la creación del hombre hoy lo tiene al borde de la extinción misma, atenta contra la existencia misma de todas las especies, incluyendo al hombre, y aún en esa ceguera profunda no da marcha atrás, porque perdió el control total de todo lo que ha hecho.
La cuestión acá será, si a manera individual estamos dispuestos a pagar el precio por ese aparente desarrollo. Lo más coherente es como dijo Orwell, tratar de mantenernos humanos, porque si la automatización nos alcanza, vendrá acompañada de la ceguera profunda. El reto de esta generación es sobrevivir a la destrucción que se avecina a consecuencia de este aparente desarrollo, y en segundo lugar replantear la vida misma, porque de seguro los sobrevivientes no querrán saber sobre ese precio tan alto que con ceguera, los autómatas estuvieron dispuestos a pagar: la deshumanización del hombre.
- - -
- Sabato, Ernesto. ‘Hombres y Engranajes’. P.13.
- Fromm, Erich. Conformidad automática. 'Miedo a la libertad'. P.
- Fromm, Erich. 'La condición humana actual'(1981). P. 5
- Op.Cit. P.7
- Lezama, José Luis. 'Teoría social, espacio y ciudad'(1993). P.236
Publicaciones anteriores:
Comentarios
Publicar un comentario