Desde las ruinas de la sociedad

 

IMAGEN: QUEMA DEL EDIFICIO DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA, AÑO 2020.


« Existe un fuerte potencial crítico en el análisis del modo en que una sociedad lidia con el infortunio, pues este hace posible estudiar la normalidad cuyo reverso queda expuesto ante nuestra mirada. Se produce entonces, como en el cuerpo del enfermo que se somete a una tomografía tras haber ingerido un liquido de cualidades fluorescentes, una iluminación que permite observar con mayor detalle del habitual funcionamiento de su interior. Una pandemia como la provocada por el SARS-Cov-2 constituye así una oportunidad inmejorable para el estudio de la sociedad que la padece. »
— Arias, Manuel. 'Desde las ruinas del futuro'. P.14

Hace poco termine de leer el libro 'Desde las ruinas del futuro' de Manuel Arias Maldonado, que se centra en la pandemia y fue publicado el año pasado, y como verán resulta obvio que me inspiré o tome prestado el título para escribir esta entrada en el blog, que advierto no va centrado enteramente en la pandemia, sino en esas vicisitudes de la sociedad Guatemalteca que me resultan difíciles de asimilar. 

Luego del azote más fuerte de la pandemia, tal como lo describe este autor, nosotros los Guatemaltecos notamos con tristeza esas falencias sistémicas del Estado, y pronto la pandemia se volvió dentro del universo de problemas que padece el país, una de las cosas menos dañina, si lo comparamos con la corrupción, que fue una enfermedad que mata interminablemente sin tener una esperanza de vacuna en el horizonte, es una maquina despiadada de muerte, mata porque dejo sin equipo medico a los doctores, sin insumos, muchos murieron sin llegar a ver el salario de su esfuerzo y valentía, porque por meses se les negó el pago a su justo trabajo. Hoy estamos en finales de febrero, sin saber fecha exacta de cuándo llegará la vacuna acá, cuando otros países ya 4 meses de estar vacunando. Recuerdo con tristeza el viacrucis que la sociedad debió pasar para implorar un respirador mecánico para el Hospital Nacional de Jutiapa, que paso el peor momento de la pandemia sin siquiera tener oximetros de esos que venden en las farmacias para colocar en el dedo, así de raquítico estaba el sistema de salud cuando pasó la primera ola, y obviamente muchos murieron, no tanto por el virus, sino por la corrupción, esa que el sistema de Justicia, la CSJ, la CC se encuentran secuestradas  por las mafias y hoy defienden corruptos, llenándose las manos de sangre en complicidad por estos capos que asaltan al Estado cada poco; el hospital de Jutiapa anuncio en agosto adquiriría unos respiradores mecánicos que hasta el día de hoy, ya en el año 2021, esos respiradores que adquiriría con fondos propios aun no llegan, si no es porque unos respiradores fueron donados al país, aún estaríamos sin respiradores, y estos respiradores llegaron a finales de octubre, tuvieron que recibir capacitación los médicos, porque esta clase de aparatos nunca habían llegado a conocerse en instalaciones médicas de este nosocomio. 

« La pandemia del Covid-19 viene sencillamente a confirmar que vivimos en una sociedad del riesgo global que convierte los peligros latentes en catástrofes reales con preocupante frecuencia. El planeta se ha convertido en un lugar claustrofóbico que proporciona a la globalización un tinte irónico: nuestro mundo se ha empequeñecido a medida que lo descubríamos. Y ahora en lugar de disfrutar la misión cumplida; nos cuesta respirar. »
— Arias, Manuel. 'Desde las ruinas del futuro'. P.36

El presidente del país se enfermo de Covid a mediados de septiembre, para las fiestas patrias que no pudo evitar celebrar, y como si se tratara de un reality show comenzó a transmitir por televisión su estado de salud, cuanto le marcaba la saturación de oxigeno, qué medicamento tomaba, a cuanto asciende su temperatura, y con frecuencia imploraba que se realizaran cadenas de oración por su delicado estado, ya que mencionaba que era una persona de riesgo por su condición física, el drama iba acompañado de la tos, los ojos rojos, sin necesidad de ir a un hospital de forma sorprendente se la libro y se curo, tan pronto como esto sucede las medidas adoptadas por el gobierno fueron siendo retiradas hasta que ya no había más medida que cada quien es responsable de su propio bienestar, y hoy algunos escépticos se niegan a usar la medida más mínima que es usar una mascarilla. 

Luego de que las medidas desaparecieron casi por completo, la vieja normalidad apareció de forma ruinosa y escandalosa, los accidentes de tránsito, los atropellos, los asesinatos, los secuestros, las mutilaciones, la contaminación por quema de basureros, la violencia contra las mujeres, las violaciones, los niños asesinados, la migración, el hambre. Ese universo de problemas que la sociedad de Guatemala siempre ha tenido, se incorporó al del covid, y el covid terminó siendo menos dañino que todos los anteriores, se vio eclipsado por la magnitud de daño que causa el hombre mismo contra sus congéneres, que el que puede causar un patógeno que no se ve, sino solo los enfermos y muertos. La respuesta del gobierno a estos viejos males que volvieron a hacer presencia fue la de siempre, apelar al populismo: la reactivación de la pena de muerte, como algo mágico que va resolver todo en esta sociedad que parece inmutable al tiempo que se quedó atrapada en la edad media de la inquisición, sin dar siquiera síntomas de querer avanzar, porque aún la economía depende la agricultura, y la sociedad se basa en una cultura de violencia, articulada por latifundistas de élites económicas, que manejan el Estado como su finca.

La muerte para esta sociedad siempre ha sido una constante, en sociedades más avanzadas y civilizadas como las de Europa, las muertes escandalizan y se vuelve un tema moral al instante, cualquier decisión que implique el bienestar público, cosa que en esta sociedad en ruinas como lo es la de Guatemala no sucede, acá decir que cada día mueren entre 25 a 40 personas por asesinato, es cosa que se considera normal, por su cotidianidad, decir que cada día mueren en accidentes de transito no menos de 10 personas, y ahora sumarle que ahora muere en promedio 35 personas por Covid, no causa ninguna suspicacia, la muerte es algo normal para la sociedad, tienen la mente de alguien que trabaja en una morgue lo ven a diario, lo viven a diario, ya no puede considerarse una sociedad sana a una sociedad que es completamente insensible a la muerte de su prójimo, que no vale nada la vida y que las decisiones que se toman entorno al bienestar público quedan reducidas a la insignificancia; esta sociedad enferma y ensimismada solo encuentra interés en el ocio, y como dijo Asturias por conocerlos bien, solo pueden vivir borrachos o locos. 
 
« Decididamente, es algo más que un virus. Nos ofrece la oportunidad de repensar la máquina del fin del mundo que hemos fabricado. Nada sería peor que un retorno a la normalidad. Históricamente, las pandemias han obligado a los humanos a romper con el pasado y a imaginar el mundo de otra manera. Esta vez no es diferente. Es un portal, la entrada que media entre un mundo y el siguiente. »
— Karl Beyme,Teoría política del siglo XX, 1994.

El país no ofrece esperanza alguna de mejorar, la vieja normalidad no puede protegerse, es un mal al que se le suman otros males, sería un error garrafal abrazar esta vieja normalidad y desear que persista, si todos la sufrimos y ya estamos enfermos física y mentalmente por sus azotes. Mientras el pensamiento primitivo de la sociedad persista y sea con ese juicio atrasado con el que decidan tomar las grandes decisiones personales y colectivas, todo va seguir igual, inmutable, aspirando a ser una historia de la degeneración social, que debería ser comidilla de estudios de la profundidad y la resistencia a la tortura colectiva de una civilización. 

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